El Mercado del Manga a punto de la saturación
Mangas, mangas, y más mangas, el mercado está a punto de llegar a su límite.
Si un lector de mangas de los años 90 hubiera encontrado una máquina del tiempo en su desván, sin duda, habría decidido viajar al futuro. Posiblemente en busca de un mundo habitado por robots al estilo “Mobile Suit Gundam”, “Tetsuwan Atom” o “Doraemon”. Pero de haber viajado hacia el futuro, exactamente hasta nuestro año 2007, en lugar de encontrarse con robots, habría sufrido un fuerte ataque de emoción y sorpresa. Las estanterías de las tiendas ya no estarían llenas de mangas editados en formato comic-book, sino que ahora habría tankôbons al puro estilo nipón. Sin duda, uno de los sueños de los lectores de los 90 hecho realidad. Pero como el viajero del tiempo hubiera descubierto antes o después, no todo serían rosas en el mercado del manga del año 2007.
Con ésta introducción venimos a representar el gran cambio sufrido en el mercado español del manga en los últimos años. Aunque dado que éste mundillo cuenta con cientos y cientos de lectores de nueva generación, lo mejor será poner en situación a quienes no sepan cuáles son los cimientos sobre los que se asienta todo lo existente hoy día.
Pasado, años 90
Los inicios del manga fueron duros. En éste camino inicial, donde no faltaron polémicas entorno a la por aquel entonces ignorancia respecto al hentai (como aquel día en “Ésta noche cruzamos el Missisipi”, en el que se vio hentai en un kiosko), hubo varias editoriales que se esforzaron al máximo. Planeta DeAgostini, Norma Cómics, e incluso Glénat con alguna cosilla, se atrevían a ofrecer a los lectores españoles, expertos en comics americanos y europeos, algo muy diferente. Con el objetivo de convencer al público, y como por aquel entonces la idea de comercializar tankôbons parecía demasiado arriesgada, las editoriales, al igual que en USA con Viz, iniciaron publicaciones en formato comic-book. Esto implicaba encontrarnos, mes a mes, con números cortos (afortunadamente muchas colecciones eran dobles), de precio considerable, y ediciones regulonas. Así aparecieron series del estilo de “Dragon Ball” (en un excelente formato semanal), “Ranma 1/2”, “Grey”, “Alita, ángel de combate”, “El Puño de la Estrella del Norte”, “Sanctuary”, “Kimagure Orange Road” o “Video Girl Ai”.
Algunas de las series tuvieron más aceptación que otras, pero lentamente todas las que buscaban un público más especializado y adulto, iban cayendo al saco de las cancelaciones. Vimos cómo clásicos del nivel de “Kimagure Orange Road” o “City Hunter” se esfumaban de las tiendas, mientras que pocas colecciones se mantenían con vida. Dada la situación, el recurso de comercializar “series limitadas” recogiendo el material de uno o dos tomos se puso de moda. Resultaba una buena manera de aparentar no dejar las series a medias, y si tenían éxito siempre se podía lanzar una continuación (como ocurrió con “Ranma 1/2” o “3×3 Ojos”). En un caso aislado, Planeta DeAgostini tuvo la gran y valiente idea de editar una revista de mangas similar a la conocida Shônen Jump. Apareció bajo el título de Shônen Magazine (aunque los mangas que se incluían no eran todos shônen…), y tuvo una existencia dura. En ella se publicaron mangas del estilo de “3X3 Ojos”, “Ah Mi Diosa” o “Compiler”. Por desgracia, el público no estaba preparado para pagar casi 600 pesetas por algo que los japoneses tirarían a la basura tras leerlo.
Con el paso de los años, y gracias al esfuerzo de los aficionados de la época publicando fanzines, el manga fue extendiéndose cada vez más. La afición que hasta entonces se había reducido a pequeños círculos de aficionados, emprendió una expansión camino de audiencias generalistas de filosofía distinta a la original. Los tiempos cambiaban, y algunas editoriales pensaron que era buen momento para dar el salto a los tankôbons. Así empezaron a verse las primeras series en éste formato, siguiendo el camino marcado por editoriales francesas e italianas en sus respectivos países. Los comic books dejaron de invadir las librerías y los lectores fueron entrando en la ola de cambios lentamente.
Presente
El formato de los tankôbon está totalmente instalado en nuestro país, y de la pasada década sólo quedan algunos resquicios en las tiendas, como el formato conocido como Biblioteca Manga. Y no sólo ha cambiado radicalmente la postura de las editoriales respecto a la publicación de series, sino que los lectores también se han transformado. Como decíamos, los círculos de aficionados “completos” al manga ha dado paso a lectores casuales y fans que consumen productos específicos. Esto, sumado a la masificación de internet, donde algunos practican la molesta y poco comprensible lectura online, ha dejado al mercado en un punto complicado.
La situación real a día de hoy es que se publican mensualmente toneladas de colecciones, tantas que es difícil contarlas todas. Tanto las editoras de manga más activas en la actualidad, como Planeta DeAgostini o Glénat, como las pequeñas, entre ellas Panini o Mangaline, se pelean por poner a la venta la mayor cantidad de productos. Se aprecia un interés desconcertante en comercializar todos los éxitos que están pegando fuerte en Japón, la mayor parte de ellos todavía en publicación en su país. Y todo, claro está, en formato tankôbon, que no es caro, pero tampoco económico.
Si bien resulta una política interesante para el lector de manga casual, aquel que compra una o dos colecciones mensuales, se convierte en una pesadilla para aquellos aficionados de los 90 que todavía tienen la ilusión de querer leerlo todo, o casi todo. Adquirir 15 o 20 tomos mensuales desemboca en un gasto criminal, y contando que no sólo aparecen nuevas colecciones en fechas destacadas (salones del manga por ejemplo), resulta imposible no dejar pasar alguna serie interesante.
¿Solución?
“En Japón se publican más” me podréis decir algunos. Sí, y es cierto, pero allí los tankôbons sólo se compran por los grandes fans de las series, lectores casuales, o aficionados que los han esperado con impaciencia sin leer antes las historias en sus respectivas revistas de publicación. Allí, con adquirir las revistas donde se publican los mangas que más te interesan, es suficiente para subsistir sin realizar un gasto demasiado importante. ¿Es éste el momento para volver a probar suerte con una revista estilo Shônen Jump?. Sí, lo es. Pero con una revista en condiciones, donde se recopilen mangas de géneros determinados, haya regalos, artículos, y un nivel de participación por parte de los lectores que justifique la existencia del producto.
No digo que debería cancelarse la publicación de mangas en formato tomo, pero debería pensarse en dar un paso más allá a modo de complemento. Siempre será mejor leer las historias en pequeñas dosis de una manera ordenada y lógica, que comprar un tomo cada seis o siete meses (ahí están “D.Gray Man” o “Family Compo”, avanzando leentamente). Y por pedir, si se realizara una revista tipo Shônen Jump, con mangas que se estén publicando en la actualidad en Japón bajo éste formato, y pudiéramos acercarnos a su ritmo de publicación, sería el no va más.