El Castillo Ambulante
La nueva película de Hayao Mizayaki.
En 1992, “Archer’s goon”, una de las novelas de Diana Wynne Jones fue adaptada por la BBC para la televisión en una serie de seis episodios de 25 minutos cada uno. En aquel momento, la escritora se mostró encantada por la forma en la que se plasmó su libro en la pequeña pantalla. Y comentaba: “Pienso que” El Castillo Ambulante “podría igualmente adaptarse a la gran pantalla. ¡Los técnicos de efectos especiales hacen hoy en día tantas maravillas!”
Y nadie mejor para hacer realidad sus deseos que el maestro Hideo Miyazaki. Es verdaderamente sorprendente la similitud entre los universos de estos dos artistas, a pesar de la distancia que separa sus países de origen. Miyazaki ha sabido captar y plasmar a la perfección la esencia del libro.
Desde su inicio, el reino de opereta descrito por Diana Wynne Jones permite a Miyazaki afianzarse en su propio imaginario: Se reencuentra así con las decoraciones barrocas que ya utilizó en títulos como “Nikki la pequeña bruja, o “Mi vecino Totoro”. Y añade toda una artillería de máquinas voladoras (como en “El castillo de las nubes”) o flotantes (como en “Porco Rosso”), con el fin de resaltar las amenazas de guerra.
Para Miyazaki, la realidad está dinámica y los espíritus están por todas partes. Nada es estable. Así es que en este mundo mágico, donde se lucha a golpe de sortilegios (como en “La Princesa Mononoke” y “El Viaje de Chihiro”), y donde nadie es quien aparenta, se ha sentido como en casa.
Director & Reparto
Desde hace más de veinte años (“Nausicaä, el valle del viento”, uno de sus primeros grandes éxitos, de 1984) Hayao Miyazaki es considerado el más grande cineasta japonés de animación.
El público de occidente comenzó a descubrir su obra (en un orden que no respeta la cronología) con “Porco Rosso” en 1992, película que relataba las aventuras de un cerdo aviador. Desde entonces, cada una de sus películas ha creado gran sensación y verdaderos fenómenos sociales.
Hayao Miyazaki nació en Tokio en 1941. Su juventud estuvo marcada por la guerra y por la imagen de una madre con tuberculosis que permanecerá en cama durante nueve años. Su padre y su tío dirigen una sociedad que fabrica timones para aviones de caza. Muestra rápidamente una gran pasión por la aviación, y más tarde por el dibujo.
En 1963, provisto de un titulo de economista, entra en la Toei Animation, el estudio más grande del país. A continuación, seguirán veinte años de trabajo consagrado durante los cuales subirá todos los escalones dentro de la profesión (animador, guionista, realizador, productor) hasta acceder a la independencia total en 1985 con la creación del Estudio Ghibli.
Cuando entra en la Toei, Miyazaki tiene veintidós años. Es la moda de las series largas de televisión. Los efectivos del estudio son enormes (más de 500 empleados) y Miyazaki se siente pisoteado por este gigantismo. Con su compañero, Isao Takahata, sueña con guiones más sutiles, capaces de divertir tanto a padres como a hijos.
En 1968, colaboran en “Horus, príncipe del sol” que por su narración, marca un antes y un después en el mundo japonés de la animación. En 1971, ambos hombres abandonan la Toei. Miyazaki tiene varios empleos en diferentes productoras, siempre con el mismo objetivo: hacer un largometraje. Pasarán ocho años antes de hacer “Arsene Lupin y el Castillo de Cagliostro” .
Después hace una parada en los dibujos animados, y firma un manga en siete entregas, “Nausicaä, el valle del viento”, que es su primera creación original relevante. En la historia, que narra el combate de una princesa que vive en un planeta consumido por el gigantismo industrial, encontramos dos elementos que se van a repetir en todas sus películas: el pacifismo y la obsesión por la ecológica. Es el gran giro de su carrera. Así nace el Estudio Ghibli (patronímico elegido por Miyazaki en memoria a un avión de caza italiano).
Miyazaki firma seis largometrajes de los cuales cuatro hacen estallar las recaudaciones de taquilla: “Mi vecino Totoro”: 2 millones de entradas; “Porco Rosso”: 3 millones; “La Princesa Mononoke”: 17 millones; y “El viaje de Chihiro”: 23 millones.
Después de recibir un Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín por “El viaje de Chihiro”, Miyazaki enlaza con otros dos cortos destinados al Museo Ghibli, un museo que en gran medida está consagrado a sus obras, y que tiene una gran aceptación.
Finalmente, con “El Castillo Ambulante”, adapta un clásico inglés de la literatura infantil (“Howl’s moving Castle”, de Diana Wynne Jones).
Como curiosidad, añadir que en la versión inglesa actores de la talla de Billy Cristal (“Otra Terapia Peligrosa”), Blythe Danner (“Los Padres de Él), Emily Mortimer (“La Pantera Rosa”), Jena Malone (“Orgullo y Prejuicio”), Lauren Bacall (“Dogville”) o Christian Bale (“Batman Begins”), prestan sus voces a la película.
Sinopsis
Sophie tiene 18 años. Trabaja sin descanso en la tienda de sombreros que mantenía su padre antes de fallecer. En uno de sus poco frecuentes paseos por la ciudad, Sophie conoce al mago Howl. Howl es un joven con poderes extraordinarios y extremadamente seductor. Sin embrago, a Sophie le da la impresión de que Howl esconde algo…
El encuentro entre Sophie y Howl no ha pasado desapercibido para la Bruja del Páramo, quien odia visceralmente a Howl. Cuando Sophie vuelve a la tienda, la Bruja, haciéndose pasar por una clienta, la engaña y la hechiza, transformándola en una anciana de 90 años que no puede revelar su verdadera identidad.
Sophie, imposibilitada para decirle a sus amigas y compañeras quién es realmente y lo que le ha pasado, se ve obligada a abandonar su casa y decide entonces buscar a Howl para que le ayude a romper el hechizo. Howl vive en un “castillo mágico” que tiene la peculiaridad de trasladarse a voluntad de su dueño. Sophie se adentra en lo desconocido, en busca del castillo ambulante, perdiéndose en tierras desoladas. Finalmente y casi por casualidad, llega al lugar en el que se encuentra la residencia de Howl. Allí conoce al joven aprendiz del mago, Marko, y al encargado del mantenimiento del castillo, Calcifer, el demonio del fuego. Al no poder revelar su identidad, Sophie tiene que inventar alguna excusa para quedarse en el castillo, y consigue que la contraten de como asistenta. Esta “anciana” tan misteriosa y dinámica le dará en poco tiempo un nuevo aspecto a la descuidada residencia de Howl, consiguiendo que parezca un verdadero hogar.
Pero la aventura no ha hecho más que empezar ¿Qué fabuloso destino le aguarda a Sophie? ¿Qué secretos esconde Howl en su castillo ambulante?
Conclusión
Cada vez que Hayao Miyazaki estrena una nueva película, el mundo se detiene a su alrededor y más después del éxito a nivel de crítica y de taquilla de su “El Viaje de Chihiro”. No cabe duda que cuando hablamos del director japonés, estamos hablando de un auténtico clásico viviente, de un cineasta cuya obra traspasará más allá de las barreras del tiempo, por mucho que algunos menosprecien el cine de animación, y de uno de los pocos directores actuales que ha sido capaz de entregar ni más ni menos que tres obras maestras de manera consecutiva (“Porco Rosso”,”La Princesa Mononoke” y la ya mencionada “El Viaje de Chihiro”).
Hablar de Miyazaki, es hablar de su universo propio, un mundo lleno de personajes carismáticos, llenos de ternura, un mundo del que pueden disfrutar tanto adultos como pequeños, que no sólo entretiene sino que también alecciona, una oda a la naturaleza más pura ya sea de la fauna y flora o del propio ser humano, todo ello aderezado con el particular misticismo que ofrece la cultura y tradiciones niponas y todo lo que conlleva.
Ha costado más de lo que algunos desearíamos y es que ha llovido mucho desde que un servidor viera la película en el Festival de Sitges de 2004, pero finalmente esta semana llega a nuestras carteleras la que de momento es la última película de este maestro de la animación, que nos sumergirá en un paraíso de fantasía y color, en una historia de amor tan onírica como inmortal y nos adentrará en los confines del mundo del castillo ambulante de Howl. Una película que ningún aficionado al cine debería dejar pasar por alto, una de las últimas citas que posiblemente tengamos con un maestro en vida